El envejecimiento es un proceso
al que se le teme. “Viejo” o “vieja” es un concepto que con frecuencia se usa
de modo peyorativo. Muchas personas invierten muchas energías en potenciar y
hasta falsear todos los signos asociados a la juventud. La sociedad, sobre
todo sus miembros más jóvenes, atribuye estereotipos que muestran a la vejez
como fuente de angustia y vergüenza. Esto contribuye a generar un entorno social
en el que predomina la discriminación frente a las personas consideradas
“viejas” y temores ante el propio envejecimiento (Arnoldo-Cathalifaud, Thumala,
Urquiza y Ojeda, 2007).
Si bien la esperanza de vida se
ha prolongado, el avance en la edad sigue estando cargado de estigmas,
prejuicios y hasta abierto rechazo. Esta es probablemente la etapa del ciclo
vital que carga con más discriminación. Esto es el
llamado Ageism (Butler, 1969, en Alix y Muñoz, 2008)
o Viejismo (Vega y Bueno, 1995, citados en Alix y Muñoz, 2008), el
conjunto de comportamientos, actitudes, prejuicios y prácticas discriminatorias
que adopta la sociedad hacia una persona en función de su edad. Esto, además,
se refleja e influye en las leyes y políticas públicas y la visibilidad/invisibilidad
que se le otorga a este sector de la población.
la senescencia considera
el envejecimiento como una etapa del ciclo vital en la que se aprecia un decremento benigno propio de la edad;
si bien el envejecimiento implica cambios biológicos, psicológicos y sociales,
y aumenta el riesgo de padecer enfermedades, la vejez no es sinónimo de una
etapa patológica, mucho menos de muerte.
Esto contribuye a la
desvalorización social de la vejez el culto que se rinde a la juventud y a la
belleza asociada a ella: estas etapas son vistas como las únicas en que es
posible la realización personal, el aporte a la sociedad, el éxito y las
mayores posibilidades de encontrar la felicidad. El proceso de
industrialización ha hecho su parte al valorar a la persona en función de lo
que produce y por su habilidad para hacerlo, y difícilmente una persona de
mayor edad puede estar al día en las nuevas técnicas y conocimientos relativos
a su trabajo, con pocas oportunidades de capacitarse porque es más rentable
entrenar a jóvenes.
Esta imagen social peyorativa
de la vejez no sólo rige la conducta de los otros hacia el anciano, sino que el
mismo anciano muchas veces la asume como propia, llegando a darse una profecía
auto-cumplida. Estudios en España y en Chile (Arnoldo-Cathalifaud, Thumala,
Urquiza y Ojeda, 2007) muestran que las imágenes generalizadas sobre la vejez
no representan a las personas en esta etapa, ni representan cómo se ven ellas a
sí mismas.
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