miércoles, 25 de junio de 2014

ENVEJECMIENTO Y GÉNERO

Al estudiar la vida de las mujeres adultas encontramos abundante literatura centrada en diversos tópicos que, en definitiva, lo que hacen es dramatizar las transiciones que viven las mujeres socializadas en roles tradicionales; sin embargo, numerosas investigaciones desvelan algunas de las trampas en que se han visto envueltas las vidas de las mujeres mayores. Así pues, en el estudio llevado a cabo por Keith y Schafer (1982) se concluye que la realización indistinta de tareas tradicionalmente ligadas a cada sexo se relaciona con un mayor bienestar para las mujeres, pero no para los hombres.

Diversas investigaciones recientes indican que la mayoría de las parejas reciben con alivio la etapa del <<nido vacío>> (White y Edwards, 1990); que la ausencia de los hijos e hijas no es necesariamente problemática en la vejez (Connidis y MC- Mullin, 1993) y que la aceptación de los roles tradicionales se correlaciona con índices de depresión en mujeres de mediana edad (Tinsley, Guest y McGuire,1984). Si a esto unimos la idea de que las mujeres explican su recién descubierta energía y su socialización en la vejez en relación con la disminución de sus obligaciones familiares, podemos concluir que, para las mujeres mayores, librarse de dos de los elementos que el patriarcado ha considerado fundamentales para su felicidad y realización: la casa y la familia (ser esposa, madre y ama de casa) se relaciona con un mayor sentimiento de felicidad, mejora de la autoestima y bienestar psicológico; en contra de la explicación que ha pretendido demostrar que la vida del hogar era un refugio de seguridad psicológica para las mujeres. Por otra parte, parece claro que en la segunda mitad de la vida se produce un entrecruzamiento de roles, según el cual las funciones asignadas a cada uno de los sexos se difuminan y van quedando definidas de forma menos marcada, de manera que los hombres se hacen progresivarnente más dependientes y afectivos, mientras que las mujeres son más independientes y asertivas (Rossi, 1980 y Gutmann, 1987). La edad avanzada permite, pues, una reorganización de los roles de género en muy diversos sentidos. Utilizando el lenguaje de Carol Gilligan (1982) es la ética del cuidado y una identidad basada en la experiencia de interconexión la que puede dar a las mujeres una ventaja en la vejez. Así pues, las mujeres se benefician de los enriquecedores valores expresivos, incluyendo la interconexión y el cuidado, como parte del rol femenino. Otra ventaja que pueden tener las mujeres en el envejecer es su habilidad para verse a sí mismas y sus vidas como valiosas y significativas (Helterline y Nouri, 1994). Los valores de cuidado y conexión son los más importantes para las mujeres durante toda su vida y se mantienen en la vejez y se vuelven también más importantes para los hombres a esa edad. Lo cual indica que los valores de la vejez se hacen, a lo largo de la vida, cada vez más femeninos, mientras se muestran en recesión los mis masculinos del trabajo y de la vida pública.

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