miércoles, 25 de junio de 2014

DELIRIOS EN LA VEJEZ

El síndrome confusional agudo, llamado también delirio, consiste en una alteración en el estado mental que se caracteriza por ser aguda y reversible. El delirio es uno de los desórdenes cognitivos más importantes en el anciano, tanto por su prevalencia como por su implicación pronostica.
El desarrollo de un síndrome confusional agudo puede ser el primer signo de fallo de la función cerebral, además de poder ser la forma clínica de presentación de una enfermedad física grave o aparecer como complicación seria de una enfermedad o de su tratamiento. La falta de diagnóstico y tratamiento oportuno podría acarrear un daño cerebral permanente o incluso la muerte.
El delirio tiene también consecuencias importantes en los aspectos económico y social. Los enfermos con confusión requieren mayor atención del personal sanitario, mayor y más cuidadoso manejo de enfermería, y generalmente tienen ingresos hospitalarios más prolongados. El enfermo agitado es de difícil manejo y tiene un mayor riesgo de caídas y fracturas.
En el anciano el umbral de confusión es mucho menor que en el joven y en los enfermos con demencia este umbral es aún más bajo. Con frecuencia las personas mayores, especialmente aquellos con cierto grado de demencia, desarrollan delirio en relación a una patología aguda, muchas veces infecciosa. En ocasiones un estado confusional es la única manifestación de un infarto en el anciano. El infradiagnóstico es frecuente, lo que conlleva un gran riesgo, ya que se afectan principalmente los más viejos y más enfermos.
El delirio en el anciano es un síntoma, y por lo tanto, obliga a buscar la enfermedad de base desencadenante. Hay que sospechar delirio ante todo paciente que presenta un rápido deterioro en su estado mental.

El delirio aparece en personas con enfermedades graves, por lo que no debe extrañar que se asocie a una alta mortalidad. Además, la morbilidad a corto plazo es también mayor, se aumenta la probabilidad de ingreso hospitalario y hay una mayor frecuencia de complicaciones médicas y mayor riesgo de institucionalización. Es muy importante hacer un diagnóstico precoz, porque con un tratamiento adecuado la mayoría de los pacientes logran recuperarse satisfactoriamente. La edad avanzada y una mayor duración de la enfermedad empeoran el pronóstico, llegando a una mortalidad de hasta el 30%.

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