En nuestro entorno social, tal y como están las cosas, es
frecuente pensar que la vejez no es una edad para aprender, que las capacidades
intelectuales han decrecido y es un desperdicio social y económico hacer
esfuerzos en este sentido.
Pareciera que la educación estuviera, más bien, al servicio
de la producción económica. Se supone que los viejos no van a producir, no son
útiles, y no se tiene es cuenta el gran capital de experiencia que poseen, y la
función de transmisión que pueden realizar, tanto en el ámbito familiar como
social en general.
Es frecuente oír expresiones dirigidas hacia los viejos del
tipo: "tu no te tienes que complicar ya la vida", o ¿Para qué te vas
a poner a estudiar a estas alturas?.
Sin embargo, los estudios de gerontología moderna han dado
lugar al desarrollo de un movimiento educativo en todo el mundo, éste es el de
la Educación Permanente, cuyo lema fundamental es que se puede aprender y
educar a lo largo de toda la vida.
Es evidente que, con la edad, disminuyen ciertas
capacidades. Disminuye la agilidad mental y ello trae como consecuencia un
proceso de lentificación, se tarda más en reconocer a alguien, en recordar un
dato inmediato, en resolver un problema. Se disminuye la rapidez, mas no
disminuyen las habilidades. Otras funciones tales como la atención,
concentración, escritura y cálculo se deterioran, pero muchas dificultades son
más atribuibles a la falta de hábito. Se trata de una cuestión de uso, es
necesario ejercitar las facultades.
La educación en la vejez puede ser fuente de placer,
creación y recreación. Facilita la integración y la elaboración de las
ilusiones y deseos, algo que no es extraño. Ocurre en todas las edades.
Son interesantes los Programas Educativos Universitarios
para mayores y las Escuelas Permanentes de Adultos. Es necesario mantenerlos y
promocionarlos. El desafío en ellos es sostener una educación que plantee como
objeto el aprender placenteramente, porque el aprender los es en sí mismo, y
que ayude a mantener los vínculos con los objetos exteriores, esto es lo que
ayuda a sostener los deseos.
La sociedad avanza vertiginosamente, el proceso de
transformación de los ideales provoca caídas de ilusiones, valores, normas y
tradiciones. El avance tecnológico origina mayor aceleración que dificulta
profundamente la capacidad de elaboración en nuestra sociedad. En ello, aunque
es un precio que todos pagamos, los más perjudicados pueden ser los viejos. Es
fundamental para el viejo, tener acceso a una educación que le permita encontrar
su lugar y su voz en este enjambre.
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